Cada vez somos más conscientes de la necesidad de llevar una vida más saludable y reemplazar hábitos perjudiciales (como el tabaquismo o sedentarismo) por otros más beneficiosos (como realizar un mínimo de actividad física o consumir comida orgánica). Una de las posibilidades que tenemos de mejorar notablemente nuestra calidad de vida es plantar en casa nuestro propio huerto urbano.

De esta manera, conseguimos fácilmente alimentos de extraordinaria calidad, que, además de ayudarnos a llevar una vida más sana, nos aportan la satisfacción de haber sido producidos con nuestras propias manos. Y qué duda cabe de que hasta eso se nota en el sabor.

El primer paso para cultivar nuestros propios alimentos (algunos de ellos, se entiende) es perder el miedo que solo un urbanita puede tener hacia las labores de la tierra.

No hace falta poseer los conocimientos de un agricultor experto ni disponer de un espacio enorme para poder disfrutar de un pequeño huerto que nos abastezca de algunas verduras o plantas aromáticas. En muchas ciudades empiezan a funcionar verdaderos huertos urbanos, situados en sus periferias, donde se alquila por un precio muy asequible un pequeño espacio de huerta para autoconsumo.

Sin embargo, nosotros vamos a centrarnos en la posibilidad de cultivar un pequeño huerto en la terraza de nuestro piso o el pequeño jardín de casa. Creemos que es una forma sencilla de comenzar a familiarizarnos, como lo estaban nuestros abuelos, con los ciclos de la naturaleza y disfrutar del pequeño milagro de ver cómo una pequeña semilla se transforma en un alimento saludable: de la naturaleza al consumidor final, sin intermediarios.
Hay dos requerimientos mínimos que debe tener el espacio previsto para nuestro cultivo:

  • El agua, es sencillo de obtener en nuestra propia vivienda.
  • Un mínimo de exposición solar, dependerá de un factor más difícil de controlar, la ubicación concreta de nuestra vivienda y orientación a la que esté expuesto el jardín, la terraza o el balcón donde pretendemos plantar nuestro pequeño huerto. La necesidad de sol de las distintas variedades que vayamos a plantar es muy variable, pero debemos asegurarnos de que hay un mínimo de horas de exposición directa al sol o, de lo contrario, aumentan enormemente las posibilidades de que nuestras plantas no se desarrollen. Conviene tener en cuenta que las verduras de hoja pueden necesitar menos horas de luz que las de raíz o fruto. Las primeras pueden requerir a partir de un mínimo de dos horas de luz solar, mientras que las segundas pueden necesitar siete, ocho o, incluso, más.

 

mesa cultivo montar huerto urbano

 

Una vez que nos hemos asegurado de la disponibilidad de agua y luz solar, debemos elegir los recipientes en los que va a crecer nuestro pequeño huerto. Veamos qué posibilidades hay:

Mesas de cultivo

Una mesa de cultivo es una superficie elevada. Puede estar hecha de diferentes materiales, aunque te recomendamos las de madera. Su gran ventaja es la comodidad de no tener que trabajar agachados y evitarnos posturas forzadas, por lo que resultan perfectas para los menos jóvenes o quienes tengan problemas posturales o movilidad reducida.

Contenedores textiles

Estos contenedores son sacos ligeros, de materiales geotextiles reciclables, que hacen las veces de macetones, con la ventaja de que, cuando no pensamos utilizarlos, pueden recogerse fácilmente y sin ocupar espacio. Por los materiales con que se fabrican, facilitan una aireación óptima de las raíces de la planta. Resultan perfectos para quienes reservan sus inquietudes agrícolas para determinados meses (los que van de la primavera al otoño) y prefieren descansar en invierno, sin sacrificar el espacio que ocuparían otros recipientes.

Huerto vertical

Una pared puede convertirse en un pequeño huerto vertical donde hacer crecer algunas variedades que tienen menos requerimientos de tierra (como las fresas o muchas plantas aromáticas). Esta posibilidad no es más que una variante del cultivo en macetas, que veremos a continuación.

Cultivo en tiestos y macetas

Es el más sencillo y, por tanto, el más recomendable para quienes se inicien en los secretos de la agricultura doméstica. Es hora de que rescatemos del olvido las macetas en las que una vez hubo petunias, geranios o caléndulas y les demos nueva vida con las hortalizas que más nos gusten o mejor se adapten a nuestras condiciones de espacio y luz solar. Pueden ser redondas, cuadradas y rectangulares; hechas de plástico, barro cocido o cerámica. También valen las jardineras alargadas típicas de terrazas, balcones y a las que les puede bastar el simple alféizar de una ventana. Aunque depende en gran manera de la planta que vayamos a cultivar, te aconsejamos que las macetas tengan un mínimo de 15 cms de profundidad. Otro aspecto que debemos tener en cuenta es el drenaje. Es conveniente poner en el fondo del recipiente una pequeña capa de piedrecitas o arlita, que evitará que el exceso de agua pueda pudrir las raíces de las plantas. Para rellenar, podemos comprar tierra de cultivo o utilizar tierra de nuestro jardín u otra procedencia fiable (no contaminada con pesticidas, herbicidas u otras sustancias químicas). Si optamos por la primera opción, es recomendable comprar la tierra en un vivero, ya que suele ser de mejor calidad que las que ofrecen otros comercios. Si optamos por utilizar cualquier otro tipo de tierra, te recomendamos mezclarla con compost o, aun mejor, con una mezcla de fibra de coco y humus de lombriz, que garantiza una cantidad y calidad óptimas de materia orgánica. Es imprescindible para el desarrollo de nuestras verduras y hortalizas.
Una vez que hayamos elegido la opción que mejor se adapte a nuestras circunstancias, es el momento de pensar en qué plantas queremos cultivar, cómo hacerlo y en qué momento del año.

 

cultivo montar huerto urbano

 

La primera opción es recurrir a la sabiduría de nuestros mayores. Ellos saben mejor que nadie cuándo es el mejor momento y cuáles son las mejores condiciones para cultivar las distintas variedades de plantas y hortalizas. Muchos agricultores urbanitas comparten sus experiencias éxitos y fracasos de cultivo en Internet, por lo que la Red puede ser también una buena fuente de inspiración.
También tenemos que tener en cuenta que algunas variedades pueden cultivarse sembrando directamente la semilla, mientras que otras suelen cultivarse a partir de un plantón, comprado en un vivero u obtenido por nosotros mismos desde un semillero. En cualquier caso, el plantón presenta ventajas en cuanto a comodidad y ahorro de tiempo. Algunas variedades que crecen mejor desde un plantón obtenido desde un semillero son el apio, la berenjena, la calabaza, la cebolla, la col, la lechuga, el melón, el pepino, el pimiento, el puerro, la sandía o el tomate. En cambio, otras pueden cultivarse sembrando directamente la semilla en tierra, como ocurre con la espinaca, el guisante, las habas, las judías, los rábanos, la remolacha o la zanahoria.

En cuanto al momento más propicio para cultivar las diferentes hortalizas o frutas, hay numerosas fuentes que nos ofrecen completos calendarios de siembra, trasplante del plantón (si se requiere) y época de recolección. Algunas hortalizas pueden sembrarse a lo largo de muchos meses (es el caso de la acelga, los nabos, la zanahoria o el rábano) mientras que, para otras, deberemos ajustarnos a un marco más limitado (como el brócoli, por ejemplo, que se siembra solo en agosto).
Una decisión importante a la que deberemos enfrentarnos es la selección de las semillas. En primer lugar, los frutos o pepitas de muchas plantas que consumimos como alimentos nos pueden valer como semillas. Desde luego, la opción más prudente es utilizar las semillas de alimentos de origen ecológico u orgánico, que han crecido sin agentes químicos y no han sido genéticamente modificadas. También podemos comprar semillas de origen ecológico certificado en lugares especializados.

 

maceton montar huerto urbano

 

Cada vez hay más personas sensibilizadas ante el hecho de que unas pocas corporaciones internacionales tengan patentadas las semillas de una cantidad enorme de variedades, lo que puede poner en riesgo no solo la valiosa biodiversidad del huerto tradicional, sino, incluso, las posibilidades de acceso a ellas de las poblaciones menos favorecidas económicamente. Para evitarlo, cada vez más agricultores recurren a los llamados bancos de semillas, que buscan preservar la biodiversidad hortofrutícula y garantizar la autonomía alimentaria de las poblaciones frente a los intereses comerciales de grandes multinacionales. Haciendo una pequeña investigación por Internet, es fácil que encontremos uno de estos bancos no demasiado lejos.
Cultivar nuestros propios alimentos tiene numerosas ventajas. En primer lugar, al ser nosotros mismos quienes controlamos el cultivo, nos aseguramos de que nuestro cultivo sea sostenible y respetuoso con la naturaleza, ya que evita los aditivos químicos, pesticidas y herbicidas. Esto, por sí mismo, ya es suficiente garantía de un producto de calidad, pero, además, al recolectar la planta o el fruto en su momento óptimo de maduración, mejoran enormemente sus características organolépticas y superan con creces a los productos que encontramos en comercios y grandes superficies. Y, por último, y por muy subjetivo que pueda parecernos, está la satisfacción de haber cultivado una parte de los alimentos que consumimos, como lleva haciendo el ser humano desde hace miles de años.

 

 

Crédito imágenes: Elena Elisseeva, Monkey Business Images, Ingrid Balabanova, martiapunts